Estaba sentado en la escalera de la catedral de San Cristobal de las Casas, mirando hacia el zócalo.
Presentía que algo estaba por ocurrir entre el continuo pasar de la gente. Es un presentimiento que te perturba alegremente. A veces uno entiende que en ese lugar y en algún momento más o menos inmediato, oportuno, algo finalmente va a suceder. Imposible saber qué. Es como un aura, como una convicción que te anticipa a un nuevo enigma.